En 1896, el físico sueco Svante Arrhenius se dio cuenta de que el dióxido de carbono (CO2) atrapa el calor en la atmósfera terrestre, fenómeno que hoy se denomina efecto invernadero. Desde entonces, los modelos climáticos modernos, cada vez más sofisticados, han confirmado la conclusión central de Arrhenius: cada vez que se duplica la concentración de CO2 en la atmósfera, la temperatura de la Tierra aumenta entre 2 y 5 grados Celsius.