Desde los albores de la carrera espacial, los seres humanos hemos utilizado sistemas de lanzamiento de propulsión química para viajar más allá de la atmósfera de nuestro planeta. Por ejemplo, el cohete ruso Protón-M funciona con de tetróxido de dinitrógeno (NTO) y dimetilhidrazina asimétrica (UDMH). El enorme Space Launch System estadounidense, por su parte, requiere de hidrógeno líquido (LH2) y oxígeno líquido (LOX) en su etapa central.
La propulsión química, como podemos ver, es un elemento clave para la exploración del espacio (y lo ha sido durante mucho tiempo). Sin embargo, tiene limitaciones que no la hacen del todo idónea para misiones tripuladas a otros planetas. Si queremos visitar Marte, debemos procurar llegar lo más rápido posible y de la manera más segura posible. Aquí es donde entran en juego sistemas de propulsión más avanzados, como la propulsión termonuclear (NTP).