En el estudio del origen de la vida y las primeras protocélulas, los especialistas tienen desde hace años una pregunta muy parecida al famoso dilema del huevo y la gallina: ¿qué fue primero, la capacidad de replicarse, la de tener un metabolismo interno o el hecho de tener un compartimento cerrado y estar envueltas en algún tipo de membrana? Hace dos siglos, Charles Darwin aventuró que la vida pudo surgir en algún pequeño “charco de agua templada” con diferentes moléculas orgánicas y algo de luz, calor y electricidad, y desde entonces los especialistas debaten el gran misterio: ¿cómo se combinaron todos aquellos elementos para producir un fenómeno que, de momento, solo conocemos en nuestro planeta?