En la cara “oculta” de la Luna y escondida a los ojos del ser humano hasta el siglo XX, yace una de las cicatrices más grandes de todo el Sistema Solar: la cuenca de Aitken. Es la más grande, la más profunda y la más antigua de todas las cuencas de impacto de nuestro satélite. Para que nos hagamos una idea de su tamaño, tiene un diámetro aproximado de unos 2500 kilómetros -vamos, la distancia entre París y Lanzarote- y una profundidad en sus zonas más deprimidas que supera los 8 kilómetros.




